Capítulo 382: Jammin' with The Cat vol.13 - Un gato callejero

Lo hace muy de tarde en tarde, como una concesión al público de aluvión que a veces llena el local los sábados por la noche. Coge un vinilo de una estantería baja, casi oculta en una esquina del mueble trasero de la barra, y lo pone como con desgana. Son álbumes… ¿cómo diría yo?... híbridos, mestizos…, “fronterizos”, como se dice ahora en plan cursi. Incursiones de músicos rock en el jazz, proyectos mixtos, devaneos de músicos de jazz con gente del pop o del rock, etc. En el fondo (y en la forma), Luther desprecia un poco estas mixturas, pero no deja de apreciar la calidad o el interés de muchas de ellas. Llama a esa estantería, con impostado desprecio, “el monstruo”. Con eso, está dicho todo.

Hoy no es sábado, pero se aburre. Coloca el LP en el plato, y suena esto:


A Nathan no le hace falta que el cantante se arranque. “Rayos, Luther, ése es John Mayall…”, se sorprende. “Ya quisiera…”, responde con estudiada sorna Luther. “Ése es Ernie Watts”.
Nathan no sabe quién es Ernie Watts, pero sí sabe qué es Ernie Watts. Un músico de jazz, sin duda. Y no porque Luther hable de él, sino porque ha identificado el álbum sin gran dificultad. Nathan no sabe gran cosa de jazz, pero se defiende mejor que bien en rock. Y sabe que el vinilo en cuestión es el “Moving On”, una de las dos grabaciones en directo que Mayall hizo de manera consecutiva a principios de los 70 proponiendo una fusión entre jazz y blues.

Bueno, una fusión es mucho decir… Aunque la primera grabación se llama precisamente “Jazz Blues Fusion”, la cosa no era particularmente sofisticada: consistía en sumar varios músicos de jazz a una base rítmica blues, integrada por músicos más o menos habituales en los grupos anteriores de Mayall, y hacer que los primeros tocaran largos solos en composiciones que, como casi todas las suyas, tenían la estructura típica de los blues de Chicago.

La cosa tuvo un pasar, pero ni siquiera Nathan, que es fiel devoto de Mayall, considera que se halle entre lo mejor de la interminable carrera de éste. Los músicos no eran precisamente malos ni desconocidos, sino todo lo contrario, pero más que una fusión era una adición. El saxo Clifford Solomon está correcto en el primer álbum y más bien errático en el segundo; Blue Mitchell, un gran trompetista que murió relativamente joven después de una larga serie de grabaciones con excelentes jazzmen, hace un buen trabajo, pero parece un poco desperdiciado; y el guitarrista Freddy Robinson es el que mejor funciona… seguramente porque su trayectoria era más bien de blues que de jazz.

A éstos añadió Mayall varios músicos más en el segundo álbum, sin que Nathan haya logrado encontrar claras referencias de por qué fue así, salvo el hecho de que todos ellos andaban frecuentemente por el área de Los Ángeles, que es donde se grabó ese disco. Aunque hay otros vínculos no dejan de ser curiosos; por ejemplo, Charles Owens, que aparece en dos solos bastantes espectaculares del “Moving On”, había estudiado en el Berklee College of Music y tocado en la orquesta de Buddy Rich, como Ernie Watts; y tanto éste como Ron Selico, batería en “Jazz Blues Fusion”, grabaron con Frank Zappa… En realidad, tampoco resultan sorprendentes éstas y otras coincidencias si se tiene en cuenta que todos los intérpretes nombrados, y otros más que aparecen en las dos grabaciones, eran esencialmente músicos de sesión que no desdeñaban alternar sus trabajos de jazz con incursiones en R&B, soul, rock…

El caso es que el “Moving On” se cierra con el único tema grabado en el que toca Ernie Watts, un músico que aparece en discos legendarios ajenos al jazz, como el “Let’s Get It On” de Marvin Gay, el “Grand Wazoo” de Frank Zappa, o el “Music” de Carole King; y que, incluso, estuvo largo tiempo contratado para tocar el programas de TV. “Sin embargo”, formó también parte de las orquestas de Buddy Rich —su descubridor— y de Gerald Wilson, trabajó mucho con Oliver Nelson, intervino en el memorable “Monk’s Blues” de Thelonius Monk, grabó con Kenny Burrell, Dizzy Gillespie,  Milt Jackson… y, sobre todo, lo hizo con el bajista Charlie Haden, de cuyo grupo formó parte en siete notables álbumes, incluido uno —“Quartet West”— que es objeto habitual de coleccionistas.

Cualquiera podría pensar —de hecho, Nathan lo está haciendo en este momento— que carrera tan ecléctica y heterogénea tendría que dar lugar a un músico de “todo a cien”; competente, sí, vale, pero sin personalidad. No es el caso, A Watts le encantaba Joan Coltrane, pero es como si hubiera escuchado sus vinilos a más de 33 rpm. Tiene un fraseo “coltraniano”, pero mucho más nervioso, en el que las notas se atropellan en larguísimas sucesiones, cortadas de cuando en cuando por un sostenido también larguísimo, como puesto ahí para tomar aire (para tomar aire tanto el músico como el oyente, se entiende). Una manera personal de interpretar, en medio de la estrecha frontera que a veces separa (o une) el hard pop del new thing,  que le permitió grabar como líder una veintena de discos no muy fáciles de encontrar. Algunos de ellos son tan sólidos como “Reaching”, un álbum en el que se escuchan temas como éste:


Luther lo ha puesto para que Nathan se entere de qué va la cosa. Lo logra a medias. “Sí, estupendo, sin duda… Pero, ¿por qué te gusta tanto un tío que es mezcla de tantas cosas?”. Luther me mira. Yo arqueo mi lomo negro y giro mis ojos amarillos hacia otro lado, como sin darle importancia. Luther me sonríe. “Porque las mezclas de los auténticos gatos callejeros siempre tienen personalidad”.

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