Capítulo 198. Jammin' with The Cat vol.2 - Cuando se alinean las estrellas

Nathan ha insistido por tercera vez. “Pero este tío, ¿es importante?”. Luther ha seguido mirando con aire soñador el cartel que prohíbe fumar en el local, pero en esta ocasión se ha dignado contestar. “Define importante”, ha murmurado. Nathan ha hecho un esfuerzo para dar un rodeo más fácil, pero sin éxito alguno: “Quiero decir que si es bueno”. Luther ha resoplado con marcado desprecio. “Defin… bah… Algunos parroquianos, cuando están borrachos, le confunden con Freddie Hubbard…”

Nathan ha vuelto a escrutar la cubierta del disco con algo parecido a la veneración. No entiende gran cosa de jazz, pero es muy aplicado a la hora de quedarse con los nombres; y sabe que el de Hubbard es pronunciando con respeto —no exento de cierta misteriosa frialdad— por los clientes más asiduos del “Florian’s”.

Vuelve a leer y comprueba que sí, que pone “Charles Tolliver and His All Stars”; y que los músicos que acompañan a ese (para él) ignoto Charles Tolliver son Herbie Hancock, Ron Carter y Joe Chambers, nombres que el “Florian’s” se pronuncian con el mismo recogimiento (o más) que el de Hubbard. Bueno, también hay en el combo otro tío al que no conoce ni de nombre y que toca el saxo alto en la mitad de los temas (por la noche entrará en Google y comprobará con rubor que Gary Bartz, que así se llama, ha tocado con Miles Davis, con Max Roach, con Mingus... y que ha sido líder de una treintena de grabaciones). Pero ¿cómo es posible que los integrantes de semejante constelación de estrellas parezcan los meros acompañantes (“his all stars”) de un trompetista que no le suena de nada?
Trepo sin esfuerzo aparente hasta la mesa y planto mis bigotes sobre la cubierta del disco. Y maúllo suavemente. Me encanta el diseño limpio y blanco de los viejos vinilos del sello Black Lion; y, sobre todo, me encanta este disco que, en mi opinión felina, es una de las mejores grabaciones de hard bop que se hayan hecho nunca. 

Es verdad: Tolliver irrumpió con fuerza en el mundo del jazz, fue saludado como una de las mayores promesas por la revista “Down Beat” y, con apenas veintipocos años, empezó a tocar en rápida sucesión con Art Blakey, Max Roach, Joe Henderson, Horace Silver... Dos de sus grabaciones de mediados de los 60 con Jackie McLean (“It’s Time” y “Action, Action, Action”) son más que sobresalientes. Pero es verdad también que, a pesar de haber desarrollado después una larga y muy respetable carrera, a través de una sostenida y multifacética colaboración con el pianista Stanley Cowell –incluyendo la creación al alimón de un sello discográfico, Strata Records– y con algunos extraños lapsos de largo silencio, no ha vuelto a tener jamás el poderío que muestra en esta grabación.




Las 16 notas repetidas de “Earl’s World” o la media docena o así del arranque de “Peace With Myself” dan paso a un fraseo muy potente y firme, convincentemente equilibrado entre lo que ya había sido bebop y lo que empezaba a ser otra cosa, brioso, con nervio… 

Haciendo gala de distancia gatuna, me separo de quienes creen escuchar a Hubbard, ebrios o no, y me acerco a quienes piensan más bien en Woody Shaw, que yo creo que mucho más. Cierto es que los acompañantes están que se salen, pero, créanme, palabra de gato, el que destaca es realmente Tolliver. Nathan no sabe cómo apartarme de la mesa y, por esta vez, colaboro. Hasta él parece darse cuenta de que está escuchando, en juicio muy personal y quizá exagerado del pianista y trompetista George Colligan, uno de los 10 mejores discos de jazz de la historia. No obstante, sigue sin entender el atrevido título del álbum. Quizá Luther le cuente algún día, llevado de inusual benevolencia, que también circuló con la más modesta denominación de “Paper Man”…

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