Capítulo 64. Fort Rodríguez

Ennio Morricone ha tenido un detallazo componiendo la banda sonora de este post. ¡We love you Ennio! Pincha aquí y escucha la música para ambientar la lectura:

Cuando salgo de la mina atravieso el calor asfixiante del desierto y me dirijo a Fort Rodríguez.  Los rastreadores comanches me vigilan desde la meseta, envían sus señales, pero no me molestarán. Saben que mi cabellera no vale un centavo. Cuando el fuerte se perfila en el horizonte mi caballo arrastra sus herraduras por la grava de la llanura. Vencido por la sed y la arena me pide una tregua. Le libero de su carga. El rifle en la mano para defenderme de las alimañas.

El polvo y las plantas rodadoras me reciben tras las puertas de Fort Rodríguez. Las arañas de la nevera me dan la bienvenida. Por su tamaño podrían ser coyotes. Mi revolver les hace bailar sobre sus ocho patas y vuelven a su guarida. Agua fresca en la bodega, mata mi sed y aviva mi cantimplora. No hay forasteros. No hay tramperos. Sólo calaveras. El saloon está muerto. Soy el sheriff del condado, el silencio es mi único compañero. Vivo en este poblado fantasma que los buitres sobrevuelan. 

El sol se despide de Fort Rodriguez. Mi familia me ha dejado. Se han ido al rancho de Ma a tocar el banjo. Para encontrarlos asaltaré el ferrocarril y remontaré el río mas allá de estas praderas. Pero hoy no. Hoy estoy cansado. Hoy duermo tranquilo porque mi peor enemigo por mí velaBeberé whisky para celebrarlo bajo las estrellas. Y mañana...Mañana volveré a la mina cruzando la frontera. 

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